Raúl Cordero (La Habana, 1971 radicado en Ciudad de México) es una figura excepcional dentro del panorama visual del Arte Cubano de los últimos treinta años, formado en la Academia de San Alejandro, el Instituto Superior de Diseño Industrial (La Habana, Cuba) y el Graphic Media Development Centre (La Haya Holanda), es un artista interesado por la capacidad narrativa de la imagen y del arte en sí, por eso investiga desde hace décadas en sus vericuetos lingüísticos por donde se entremezclan arte, diseño, tecnología, tradición y contemporeaneidad, donde lo dicotómico es habitual, donde la idea de dentro y fuera, esta expuesta, manifiesta como espacio dubitativo, para Cordero el arte es un lugar incierto, pero preciso; de ahí sus libertades, sus licencias, sus atrevimientos formales donde nunca es lo que se espera de él, demasiado fuera de órbita, descolocado de toda nomenclatura, ni diseñador puro, ni pintor puro, ni videasta puro, ni instalador puro. Sino, justo, lo contrario, un creador capaz de mezclar todos esos lenguajes en una amalgama que provoca una experiencia de seductora extrañeza.
Creador de un remix inclasificable por su versatilidad y por su manera de escabullirse de etiquetas, transgrediendo los sistemas de una cultura en transición, del final de siglo al inicio de un milenio, de una cultura analógica y óptica a la apabullante impronta digital de nuestros días, donde no hay fronteras, donde lo global se impone y lo local se difumina, más allá de lo atávico, algo de lo que el artista huye, niega. A pesar de que ha expuesto cientos de ocasiones como “artista cubano”, lo cubano precisamente no es una concepción que le interese reinvidicar, porque es un hombre de mundo, no ahora que vive en México, sino desde siempre, nunca ha estado interesado en los cliclés sino para romperlos.
Raúl Cordero es un artista que atraviesa así, -transversalmente- todos modelos y dispositivos del arte de su tiempo (léase: pintura, dibujo, video, fotografía, escultura, instalación, enviroment, performance) desde una preocupación constante: “cómo encontrar el arte de narrar historias”.
Arte lento para multitudes rápidas es la tercera muestra personal del artista, en una institución pública en España, en este caso, exhibiendo tres bloques de trabajos recientes. Una selección de once pinturas realizadas en el último lustro (siete de las cuales formaron parte de su muestra personal en el Museo Nacional Palacio de Bellas Artes de La Habana en el año 2019), tres video-instalaciones de tres momentos específicos de su producción audiovisual (dos de ellas inéditas) y un espacio de conexión donde cohabitan una instalación de luces con piezas de videoarte y registros gráficos (que van desde fotografías digitales hasta NFTs), que nos aportaran una perspectiva crítica de cómo piensa el artista, cómo ejecuta su trabajo y cómo lo ensambla como un conglomerado de sensaciones y dudas, aciertos y juegos azarosos donde la belleza y lo poético siempre han rondado.
En un tiempo donde nos pasamos la vida mirando las pantallas, el artista pretende distraernos (mediante la lectura que lleva un tiempo neuromotriz más lento que la visión de imágenes siempre tratas por la mano del artista defoncándolas) nos obliga a detenernos de esa distracción, obligándonos a leer, descifrar, darle un significa otro la lo que vemos; recordándonos el papel sanador del arte como espacio emocional, lugar donde se halla lo perdido, donde se reconforta el espíritu, donde se libera la vista con mecanismos donde el reordenamiento de las cosas las embellece, aunque menos sea menos o más y donde la presencia de recurso post-moderno del tempo, está desacelerado, ralentizado, como mismo lo está la meditación, el conocerse a si mismo, o el estar en paz. Un bucle que de alguna manera lo convierte en un resistente, un disidente, a pesar de sus Un neobarroco rondar, siempre en elipsis, mediante el cual nos pide detenernos.
Como si el artista nos dijera: “Para. Respira hondo. Mira esto”.
Omar-Pascual Castillo
Comisario/Curator